Todos tenemos claro que la llegada de un bebé hace que pongamos nuestra vida patas arriba, pero la vida no es lo único que cambia, nuestro orden en casa también.
Cada vez será más complicado mantener la casa ordenada, que no estén las cosas tiradas por el salón, que puedan aparecer visitas y que tengan un sitio donde sentarse... no pasa nada, es ley de vida.
Desde que Aitana nació, y eso que sólo tiene siete meses, su habitación se ha extendido hasta el salón incluso hasta nuestra habitación, vayas por donde vayas te encuentras juguetes, baberos, chupetes... algo suyo.
Otro de los sitios que ha acaparado la heredera es el baño. He de reconocer que mi casa no tiene un mal tamaño pero el baño no es demasiado grande que digamos. El espacio entre la bañera y el water (haeros la idea de un cuadrado) es algo justito para meter una bañera de bebé, así que cuando llegó la hora de buscar bañeras para la criatura me volví un poco loca.
Necesitaba algo práctico, que no abultase demasiado, que no fuese muy caro, que pudiese transportar cómodamente, que fuese de quita y pon, lo de siempre, vamos. Con estas magníficas limitaciones fui a parar a una idea que no ha estado del todo mal. Consiste en una bañera con unas patas, así de simple. La bañera la puedes colocar donde quieras (di que en el suelo es bastante incómodo por eso decidimos ponerla sobre las patas) y las patas ocupan exactamente el espacio que hay entre la bañera y el water ¡Ni hecho aposta vamos! Yo compré estas en El Corte Inglés, que no estaban nada mal de precio, pero hay otras opciones y modelos.
Al principio la bañábamos en su habitación. Poníamos un calefactor y el buenpadre trasladaba la bañera, llena de agua, desde el baño hasta la habitación. Cuando yo me quedaba sola eso empezaba a ser un poco inviable... la bañera pesaba demasiado y se me caía el agua por el camino así que empecé a poner la bañera en el baño. Yo me hice con ella enseguida, al buenpadre nunca le gustó esta idea... todo demasiado estrecho.
Durante los primeros meses todo iba bien, la niña pesaba poco, se movía poco... todo perfecto vamos. Pero la heredera empezó a crecer, como es lógico, y la espalda se empezaba a resentir un poco. Fue entonces cuando mis compis de trabajo tuvieron a bien regalarme una hamaca de baño. Creerme si os digo que es el mejor invento del siglo. Pones la hamaca en la bañera, colocas al bebé encima y... ¡Manos libres! (eso que tanto ansiamos tener cuando tenemos un bebé). La pequeña está fenomenal, en su salsa, tú puedes bañarla mucho mejor, ella chapotea y no pone todo tan perdido... ¡Una maravilla vamos! Me regalaron esta de Jané, pero hay muchas otras y no son nada caras para lo útiles que son, os lo aseguro.
Al principio metíamos la hamaca en la bañera pequeña, pero a los cuatro o cinco meses la dejamos de bañar ahí. Aitana se movía demasiado y terminaba más agua fuera que dentro, así que pusimos la hamaca en nuestra bañera, ella disfrutaba más y se ensuciaba menos. El problema llegaba cuando había que llenar una bañera grande para un ser tan pequeño... ¡Imposible hacerlo a diario con tanto gasto de agua! Pero tranquilas, he aquí la solución (si es que todo está inventando en esta vida del Señor) Nos regalaron un reductor para poner en la bañera y así ahorrar agua. Va con ventosas por lo que no tiene más misterio a la hora de colocarlo y gastas la mitad de agua.
La hamaca con la pared duró bien poco porque enseguida la pasamos a una silla de baño (con sonidos y muñecos para que ella juegue).
Y así terminó el misterio del baño infantil. Está claro que nunca tendremos el baño perfecto para estas cosas, pero adaptándonos y buscando soluciones prácticas (al fin y al cabo los baños duran cinco minutos) se pueden conseguir grandes soluciones.
¿Qué solución encontrasteis para el baño de vuestros peques? ¿Conocíais la hamaca de baño?
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