Creo que ha llegado el momento de empezar a contar cómo fue la operacióndesalojo que llaman algunas, de la pequeña heredera.
Tuve un embarazo buenísimo, no me puedo quejar, por lo que deseaba con todas mis fuerzas, como toda mujer, un parto buenísimo. Mi madre ha sido de partos fáciles así que todos me decían que eso se heredaba (yo asentía con la cabeza pero en el fondo el pepito grillo maligno me mandaba señales de que no todo podía ser perfecto y que no me hiciese ilusiones). Como ya os conté en su momento, mi primer ginecólogo me dijo que al ser primeriza no me preocupase de llegar al hospital porque el parto sería largo, pero de mi cabeza nunca salió la idea de que Aitana pudiese venir a este mundo como en las películas: rotura de bolsa a lo piscina olímpica, de pronto contracciones cada cinco minutos, corriendo al hospital con el pañuelito, me espera una silla de ruedas en la puerta y en diez minutos la princesa ha nacido (esa idea siempre estuvo ahí y nunca se asemejó a cómo fue realmente el parto, pero bueno, de ilusiones se vive)
Durante el embarazo siempre había escuchado cosas del tipo: tú no hagas caso de lo que cuentan algunas, no te tiene por qué pasar a ti, verás como es rapidito... y la verdad que esas cosas se agradecían, porque oye, que me cuenten (ojo, que lo hicieron) a quince días de salir de cuentas que la hija de una mujer (a la que no conocía de nada) había tenido un parto horrible con desgarro anal incluido... pues oye, qué queréis que os diga, no anima demasiado. Así que yo, cualquier cosa que me decían sobre partos... asentía con la cabeza y pensaba... bueno, el mío será diferente seguro (consejo a todas las embarazadas: pasad olímpicamente de lo que os digan de los partos... el vuestro seguro que es único y diferente)
Empezando por el principio. Me citaron para monitores en la Seguridad Social (primera vez, la anterior fue por lo privado) tal que un viernes 19 de septiembre bien prontito por la mañana, en ese momento estaba de 40 + 3. Llegamos a la Maternidad con el tiempo suficiente y tuvimos que esperar un rato hasta que nos llamaron. Me llevaron a una sala donde había más mujeres en mi misma situación (algunas tenían tanta barriga que no sabía cómo aún podían seguir con el bebé dentro). Me tumbaron en la cama y dejaron pasar a mi marido (en realidad lo pedí yo porque sabía que estaría más tranquilo. Ya estaba cumplida de fecha y aunque no tenía ningún síntoma él estaba mejor conmigo). Me pusieron las cintas y hala, a esperar un buen rato (el sonido de los monitores estuvo demasiado presente durante todo el proceso). Cuando llevaba como diez minutos vino una enfermera a revisarme las cintas, los latidos se escuchaban muy bajitos y empezó a moverme la tripa...
¿Has desayunado?
Pues la verdad es que no, no me ha dado tiempo (mentira piadosa, sí que me daba tiempo pero yo no puedo desayunar nada más salir de la cama... necesito esperar un rato y ya en el hospital no iba a comer. Total eran las 09:00 de la mañana así que no era tan raro esperar a salir de allí para tomar algo)
Menuda bronca me hecho... (y mi marido también) No puedes venir a monitores sin desayunar nada. Anda, tómate esto, y me dio un chupa - chups (la verdad que poco apetecible a esas horas pero cualquiera le decía nada).
La pequeña heredera pareció no inmutarse demasiado con el azúcar del chupa - chups, pero bueno, la enfermera se quedó más tranquila así que, punto en boca. Después de unos veinte o treinta minutos terminamos la sesión de monitores: Ya hemos terminado, ahora te doy los resultados para el médico. Después de monitores tenía consulta, con un ginecólogo al cuál no había visto en mi vida.
La doctora me preguntó un poco de todo y me mandó al potro. Me hizo una ecografía y me dijo que estaba bien, que ya pesaba unos 3 kilos y que estaba colocada (eso ya lo sabía yo, se colocó cerca de la semana 37 y rezaba para que no cambiase de posición). Lo que no me esperaba en esa consulta es que fuesen a mirarme, no pensaba que me iban a tocar, y todo para ver cómo estaba el cuello del útero. Tras un pequeño dolor (me he dado cuenta que aquí la gente tiene muy poca consideración) me dijeron que me vistiese.
Mi marido y yo, sentados junto a la ginecóloga, su ayudante, la becaria (perdonad que use este término pero es que mi proceso de parto lo siguieron más estudiantes que médicos) y la enfermera, nos dispusimos a escuchar el veredicto.
No tienes ningún síntoma de parto, no hay contracciones y tienes el cuello del útero entero. Te damos de plazo hasta el martes 23, si para entonces no te has puesto de parto, vienes aquí a las 08:30 y te lo provocamos. En caso de que te pongas de parto antes del martes o de rotura de bolsa, vienes al hospital y entras por urgencias.
Ajá, mi cara fue un poco poema... sinceramente pensé que esperaría un poco más, de hecho mi ginecólogo (el que me llevó la mayoría del embarazo, me dijo que de no ponerme de parto sola, me lo provocarían, si todo iba bien, entre el 29 y el 30 de septiembre - a las 42 semanas, no a las 41 recién cumplidas) pero bueno, me dieron una hoja con todas las indicaciones y hala, a desayunar. La verdad es que me quedé un pelín chafada, había oído que si te lo provocaban las contracciones dolían más, y quedaba tan poco tiempo... ¡era viernes y me habían dado hasta el martes! Así que comenzamos la operaciondesalojo antes de que fuese desalojoforzoso. Nos fuimos a andar, una larga larga caminata, llegué a casa agotada, pero tenía que hacerlo, ya tenía el recorrido ideado para el sábado por la mañana.
Siempre pensé que Aitana daría el aviso por la noche, de madrugada, para asegurarse de que su padre estuviese en casa y no le pillase trabajando... y no me equivoqué. 02:00 me despierto porque me siento mojada, como que se me ha escapado un poco el pis... voy al baño y efectivamente estaba mojada. Como yo pensaba que la rotura de bolsa sería a lo piscina, no le di importancia y pensé que, producto del sueño, que me hacía mucho pis (desde que me quedé embarazada no había noche que no me levantase al baño) y que la niña ya pesaba 3 kilos, según la ginecóloga, se me habría escapado un poquito. Me cambié de ropa interior y me puse un salvaslip por si volvía a pasar. Antes de volver a la cama hablé con mi amigo Google sobre los síntomas de rotura de bolsa, sí, pensaba que sería una piscina pero no había que descartar nada. Conclusión: si volvía a mojar en 30 minutos, podía ser la bolsa. Me acosté sin despertar a mi marido. Antes de la media hora me volví a despertar, otra vez mojada, ahora sí:
Alberto cariño, creo que se ha roto la bolsa...
¿Cómo que crees?
Sí, no sé, he mojado hace un rato y ahora otra vez y he leído que puede ser eso... pero no sé ¿Qué hacemos? ¿Vamos al hospital?
Lo que quieras, si crees que es la bolsa, pues vamos...
No sé si es o no, pero creo que deberíamos ir por si acaso
No me marees ¿Vamos o no?
Vale, vamos, pero... ¿Y si no es la bolsa?
Pues nos volvemos
Y qué vergüenza ¿No?
Qué más dará Sarita, si es la bolsa pues nos quedamos y si no pues nos volvemos
Conversación de besugos, entendible a las 02:30 de la mañana de padres primerizos a los que esa mañana les habían dicho que no había ningún síntoma de parto. No tenía prisa, me di una ducha, me vestí tranquilamente incluso nos hicimos unas fotos antes de salir (yo y las fotos, ya me conoceréis). No sabía si volvería con o sin tripa a casa así que... había que inmortalizarlo.
Cogimos la bolsa de la niña, nuestra bolsa y nos fuimos al hospital. No había un alma en la calle... llegamos a urgencias y, tal y como nos habían dicho, dijimos que habíamos estado esa mañana en la consulta pero que creíamos que había roto la bolsa.
Continuará...
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