Llega la tercera entrega de esta operación desalojo que fue más larga que un día sin pan (podéis leer la primera parte y la segunda).
Recuperando el final del post anterior os comentaba que llegaron los ligeros calambres en la zona de los ovarios. No dolían demasiado así que me coloqué en posición fetal e intenté conciliar el sueño, pero poco a poco esos dolores se hacían más intensos así que las ganas de dormir se quedaron en eso, en ganas. Fue en ese momento cuando empecé a comprender que, efectivamente, notaría las contracciones y las lograría diferenciar. Dolor de regla agudo con una mano estrujándote los ovarios, así lo defino yo. Cuando se lo contaba a la gente me decía: ya, pero es que a mí no me duele la regla. Ya, ni a mí tampoco, pero creo que todas sabemos cómo es un dolor de ovarios.
Las contracciones eran cada vez más fuertes y yo ya no sabía cómo colocarme. Me levantaba, me sentaba, me tumbaba... la mejor posición era sentada en la cama con los pies colgando y balanceándome. Me daba pena despertar a mi señor esposo así que esto como las hemorroides, a sufrirlas en silencio. Contracciones cada tres minutos, creo que era el momento de ir a avisar a la enfermera. Mi marido se despertó y me vio balanceándome en la cama, con cara de pócker y la mano en la barriga (en la otra tenía el móvil para ir calculando el tiempo) ¿Estás bien? No, me duele mucho, voy a avisar a la enfermera porque ya son cada tres minutos.
Me pusieron monitores y me exploraron. Tienes dos centímetros pero te voy a bajar ya al paritorio para que te controlen allí (el tema de las pulsaciones de la niña seguía presente). Pues nada, a eso de las 03:30 bajé al paritorio mientras mi marido recogía las cosas de la habitación, nos enteramos en ese momento que luego nos iban a cambiar así que CONSEJO: no deshagáis nada hasta saber que os quedáis, en esos momento el ponerte a recoger... era lo peor del mundo.
Durante el embarazo todo el mundo me habló de la epidural, de lo bendita que era, que no lo dudase, que así no dolía... y yo siempre respondía lo mismo. Yo quiero aguantar sin ella, pero si el dolor es insufrible paso, que me la pongan y listo, no hay necesidad. Bien, pues en ese momento en el que llegué al paritorio sólo pensaba en la epidural. Creo que la enfermera no llegó a terminar la frase antes de que yo le dijese que sí que la quería. En realidad no es que el dolor fuese inhumano, lo que pasa es que dura mucho, es decir, si las contracciones fuesen diez minutos y ya, creo que se aguantaría perfectamente, sin problema, pero cuando son horas y horas... el cansancio, los nervios y el dolor pueden con una.
Epidural puesta y mano de santo. Qué maravilla oye, ni un dolor, las exploraciones sin problema... ¡Incluso pude echar una cabezadita! Me pusieron monitores internos (desde la barriga no conseguían bien el pulso de la peque) y venían a explorarme cada hora más o menos. Me colocaron la oxitocina y pude descansar un poquito. Al principio fue lento la verdad, yo pensaba que a ese paso saldría por la noche, tardé tres horas en dilatar un mísero centímetro... A las 7 de la mañana estaba de tres, así que digamos que en ese momento empezaba el parto (eso dicen en las clases de preparación) y que a partir de ahí todo iría más rápido y tanto oye.
La verdad que no tengo queja de ninguno de los médicos que pasó a explorarme durante el tiempo que estuve allí... la peque seguía rotada y para colmo tenía que colocarme en una postura determinada porque si no le bajaban las pulsaciones y el aparato pitaba.
Dilatada de cinco centímetros me comentan que van a hacerme una prueba a ver si la pequeña puede aguantar el parto. Llevaba muchas horas con la bolsa rota y, aunque el proceso de dilatación iba cada vez más rápido, aún quedaba bastante por delante. Si la pequeña estaba ya cansada... habría que pensar en una cesárea. Mi marido salió del paritorio y vi el despliegue de cosas que hizo la enfermera sobre una mesa... preferí no mirar y como no notaba nada... pues fantástico. Le hicieron la prueba del PH y salió estupenda. La heredera estaba con fuerzas para aguantar lo que quedaba de parto (en ese momento no me comentaron en qué consistía la prueba exactamente, ni los riesgos que conllevaba, cosa que no sé si agradezco o no, creo que tendré que darle una vuelta a ver qué era lo mejor que tenían que haber hecho)
El aparatito de monitores volvió a pitar y nadie venía a apagarlo así que mi marido salió a pedir a alguien que por favor quitasen ese sonido que ya teníamos tan metido en la cabeza y que formaba parte de nuestras vidas. Vinieron dos médicos a quitarlo y ya que estaban pues iban a explorar: vía libre señores... está claro que cuando vas a dar a luz... ¡Vergüenza ninguna!
- Pero si ya estás de diez, esto en tres empujones está fuera.
Fue oír esas palabras y oye... como que se me paró el corazón y me puse súper nerviosa ¿Ya? ¿Tan pronto? Rotaron a la niña, prepararon todo y hala ¡A empujar!
No paraba de entrar y salir gente, una de ellas, la pediatra que reconocería a la niña cuando naciese y que resultó ser... ¡Compañera de colegio! Imaginar el panorama, despatarrada en el potro, con una pierna inservible completamente (la epidural hizo tan bien su función que mi pierna derecha empezó a ser consciente a eso de las tres de la tarde) y saludando a la compi... en fin.
Tres empujones Sara y la tienes aquí. La médico se subió encima de mi para empujar mi tripa (más tarde averigüé que se trataba de la maniobra de Kristeller, la cual nadie me comentó los riesgos que podía tener) yo hacía todo el esfuerzo que podía y mi marido me daba ánimos ¿Os podéis creer en entre empujón y empujón sonó el móvil? Sí, alguien me llamaba y naturalmente no estaba yo para cogerlo. Gracias a un kiwi (ventosa de toda la vida) salió la cabeza de la pequeña, venía con vuelta de cordón, de ahí que al principio costase tanto... un empujón más y la teníamos con nosotros.
Jamás podré olvidar la sensación de ver cómo sale su cabecita, y ese primer contacto piel con piel nada más nacer... es algo indescriptible. No se puede explicar con palabras... hay que sentirlo.
A las 11:10 de la mañana Aitana llegó a este mundo con 2,660 kg y 49 cm. Gracias al hospital por las casi dos horas que nos dejaron en el paritorio a los tres, para conocernos, para olernos, para disfrutarnos. Gracias a esos primeros consejos de lactancia materna, gracias a todos.
El paritorio parecía el metro en hora punta, debió venir medio hospital y la mayoría llegaron tarde... ¿Ah pero que ya ha nacido? Pues sí que ha sido rápido.
Por eso, después de todo, creo que mi parto no fue malo, largo sí, pero malo no. Me pusieron la epidural pronto, fue mano de santo porque no notaba nada, me dieron dos puntos de nada y mi recuperación fue... fabulosa. Vamos, que firmo el siguiente así ahora mismo.
¿Cómo fue vuestro parto? ¿Tenéis un buen recuerdo de él?
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