Pues bien, yo puedo decir que gracias al cojín de lactancia, todo fue más fácil. Empezando por el principio... hace varios años en un hospital había una chica que, recién dada a luz, estaba sentada en el sofá con un cojín de lactancia. Cojín que abarcaba toda ella, que no parecía demasiado cómodo pero que insistían en que lo usase porque era bueno. Mis ojos quedaron
Uno de mis más de cuarenta regalos (este nombre tiene una explicación que algún día contaré) fue uno de esos cojines de lactancia. He leído en muchos sitios que es el mejor del mercado.
Ajá... el mejor del mercad... la verdad que tenía muy buena pinta y no se parecía en nada al de aquella chica. Un cojín que abulta lo suyo y que viene con una fundita muy maja.
Pues bien, llegados a casa después del hospital fue el momento para probar el cojín. Parecía que me había puesto una riñonera tamaño Hulk, tenía que tener cuidado porque iba arrasando allá por donde fuese hasta que llegué al sofá, me senté (con cuidado porque los puntos íntimos aún tiraban un poco) y me dieron a la nena. La coloqué de lado, tan pequeñita... y enseguida se enganchó al pecho (por supuesto con las pezoneras, que aún los pequeños no estaban recuperados) ¡mano de santo!
He de reconocer que en ese momento me vinieron a la cabeza todos los consejos que me dieron sobre lo inútil que era el cojín, que no serviría para nada... Pues a mí sí que me sirvió, y mucho.
Cuando Aitana era muy bebé lo utilizaba en cada toma, ella comía fenomenal y estaba la mar de tranquila, yo también estaba bastante cómoda y, lo que era mejor ¡tenía las manos libres! Parecerá una tontería pero no sabéis lo agradable que es tener manos durante los 45 - 60 minutos que podía llegar a durar la toma al principio. Ya podía leer, coger cosas e incluso escribir.
Cuando la peque fue creciendo lo fui alternando. El motivo era muy sencillo: debía aprender a coger a la niña en una buena postura mientras comía para no parecer una torpe cuando me tocaba darle de comer fuera de casa (una buena postura es básico y fundamental para que no duela y no salgan grietas).
El cojín también me venía de perlas cuando tenía que cortarle las uñas a Aitana (empezó siendo una vez a la semana y ahora es cada tres o cuatro días, un horror) ella comía, por lo que estaba tranquila, yo tenía las manos libres así que... voilá, uñas cortadas sin problema en un santiamén.
Ahora que ya es más mayor (cinco meses) apenas uso el cojín. Ella no está tan cómoda comiendo y se le salen las piernas. Incluso para cortarle las uñas no me es válido (ahora tengo que aprovechar mientras duerme). Pero el que ahora no lo use no quita para que sea 100% recomendable y muy muy útil (puedes vivir sin él, pero si te lo regalen o te preguntan ¿qué quieres? además de pañales - eso es lo primordial - un cojín sería una buenísima opción).
Este es el cojín que me regaló mi hermana. No sé cómo serán los otros ni si serán mejores o no, pero a mí este me funcionó. Es de la marca Cucut y lo tienen en varios colores. Tiene unos bolsillos laterales y la funda se quita fácilmente para lavarla. Como punto extra (aunque yo no lo usé demasiado porque me daba un poco de cosilla) es que puedes colgarte el cojín de tal manera que parezca una mochila, sin necesidad de agarrarlo. El tener las manos libres os aseguro que es una grandísima ayuda.
¿Qué os parece? ¿Habéis utilizado cojín de lactancia? ¿Os pareció útil?