Como bien dice el pediatra Carlos González, este es un nombre que él se ha inventado para esta crisis que, aunque no siempre sucede, a mí me pasó.
Una vez establecida la lactancia, cuando tu bebé y tú os entendéis a la perfección en el tema pecho-boca, cuando las grietas pasaron a mejor vida y ahora sólo toca disfrutar, llega un momento de crisis: la temida crisis de los tres meses.
Un día, de buenas a primeras, notas que tu bebé come peor, que parece que no se queda saciado con el pecho, que su rutina comienza a ser: coger - soltar - llorar - coger - soltar - llorar, que empieza a despertarse en tu cabeza ese Pepito Grillo que todos tenemos para preguntarte ¿me habré quedado sin leche? ¿será que ya no le gusta? ¿estará enfermo? ¿le dolerá algo? y así podría seguir hasta que prácticamente el niño ha hecho la comunión. Pues bien, después de leer el libro que tantas veces os he recomendado sobre la lactancia de Carlos González, puedo decir que todo son cosas de madre. Sí, como lo oís, no hay de qué preocuparse (siempre y cuando esto no dure demasiado tiempo y el niño empiece a perder peso, claro está).
Un buen día Aitana dijo que no le gustaba el pecho, tardaba en comer mucho menos de lo habitual, lloraba cuando comía y lo primero que pensé: ya está, me he quedado sin leche y por eso se enfada. Ha habido veces, y a día de hoy lo sigue haciendo, que cuando la niña está vaga y no le apetece chupar llora porque no sale leche, como es obvio, entonces tengo que ayudarle masajeando el pecho hasta que a ella se le pasa la vaguería. ¿La estoy consintiendo? Pues no sé, pero no me importa demasiado.
Pues bien, cuando Aitana hacía peor las tomas me empecé a preocupar. No era problema de leche porque si yo apretaba salía, y buena cantidad, así que pensé que podría ser el sabor, o que quizá estuviese en un momento de destete natural (había leído que hay veces que los niños se destetan solos) ¡qué pena me entró! Mi preocupación iba en aumento. Afortunadamente ella no perdía peso, por lo que mi leche le seguía alimentando. Cuando leí a Carlos González me di cuenta que tenía razón, era una preocupación natural de las madres en un proceso en el que todo es nuevo (si eres primeriza, claro). El bebé ya no tarda veinte minutos en vaciar cada pecho (y a Dios gracias porque si no acabaría conmigo) ahora lo hace como mucho en diez minutos. Van creciendo, succionan más rápido y sacan todo lo necesario (por si no lo sabéis, aunque el bebé te vacíe el pecho nunca se quedará sin leche, digamos que hay un poco de reserva, por si acaso, así que es imposible que se quede vacío vacío). Y por último los pechos ya no se quedan duros como antes cuando se acerca la hora de la toma, el cuerpo ha aprendido la cantidad de leche que quiere el niño y la fabrica según eso, por eso los notareis deshinchados, como vacíos (pero no lo están).
Os aseguro que esta crisis pasará sola, cuando la madre haya sido consciente de ello y deje de preocuparse, así de sencillo.
¿También os pasó a vosotras? ¿Sufristeis la crisis de los tres meses?
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